La cenicienta (otra más)

H
ubo una vez una joven muy fea que no tenía padre, porque él había muerto en un viaje de trabajo en su jet privado. Pero tenía una madrastra viuda, hermosa y muy moderna, vivía con sus dos hijas, una más bella que la otra.
     Era la madrastra quien hacía los trabajos más duros de la casa.
     Un día el príncipe de aquel país iba a dar una gran fiesta, a la que invitaba a todas las jóvenes del reino.
    -Tú madrastra no irás -dijo cenicienta te quedarás en casa refregando el suelo y preparando la cena para cuando vuelva. Tampoco las hermanastras pudieron ir al baile, porque cenicienta se lo negó.
     Cenicienta era muy mala, no había dejado ir a la madrastra porque sabía que el príncipe se enamoraría de ella, entonces las dejó en la casa.
     Cenicienta se puso el vestido que había comprado en la casa de ropa más top del reino, le saco las sandalias de Ricky Sarkany, a su madrastra, y se fue escuchando música en su MP5 y se subió a su Mini Couper.
     En el auto, Cenicienta planeaba casarse con el príncipe para convertirse en la reina más rica y poderosa de su época.
     La Madrastra para no ponerse tan triste decidió prender su notebook y entrar al Facebook y vio que le había llegado un e-mail, era el hada madrina (una página que te concede deseos) que le decía que se había enterado de lo que había pasado, pero que desafortunadamente no tenía ninguna varita mágica, pero si iba con la Hilux a buscar un vestido a la casa de ropa más top del reino no le costaría nada igual que un corte en el salón de belleza.
    -No te preocupes- escribió el hada. El único problema que hay es que cuando sean las doce tendrás que devolver el vestido y regresar las extensiones.
     La madrastra se subió a la Hilux y llegó al palacio, lo más rápido posible.
     La llegada de la madrastra al palacio causó furor ya que era la más moderna.
   Al entrar a la sala de baile, el príncipe quedó impresionado al ver semejante hermosura.
     Y bailaron toda la noche al ritmo de la música tecno.
    En medio de tanta felicidad la madrastra oyó sonar el reloj del palacio, eran las doce.
     -¡Oh, Dios mío!-¡Tengo que irme!-
  Atravesó el salón rápidamente dejando que se le cayera el celular. Lamentablemente tenía guardadas ahí quinientas canciones y no quería perderlas  porque le llevaría dos meses bajar esa música por el Ares.
     El príncipe salió a buscarla en su Ferrari pero no logró encontrarla.
    Para encontrar a la bella mujer, el príncipe ideó un plan. Se casaría con aquella que podría decirle en número del celular, cuantas canciones tenía y cuáles eran las dos canciones que escuchaba más. Él envió a su Personal Trainer a recorrer todo el reino.
     Las doncellas le respondían, pero no había ninguna que le acertara.
     Al fin llegaron a la casa de la madrastra, ella sabía que el príncipe llegaría porque lo había visto en las noticias de la mañana en el televisor plasma de 70 pulgadas.
   A Cenicienta se le hacía parecido el celular por el fondo de pantalla pero no se preocupó y dijo los datos, pero no eran válidos.
    No dejó que sus hermanastras ni que la madrastra hablaran, así que el príncipe decepcionado se fue, porque era la última casa del barrio privado del reino, pero la madrastra no se quedó callada se puso los rollers y salió a buscar al príncipe, lo alcanzó y le dijo todos los datos entonces se dio cuenta, con quién había bailado esa noche.
     Y así el príncipe se casó con la madrastra de Cenicienta y vivieron muy felices.
     Y como Cenicienta había sido tan mala tuvo que trabajar como su sirvienta.

                                 FIN

  Por: Candela Arias                     

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