Caperucita roba

H
abía una vez una niña a la cual llamaban Caperucita. Ella era mala, más mala que un hacker en tu Facebbok. Era muy malcriada, ya que tenía en su pieza “vip” dos lcd, netbook, blackberry y más. Pero a pesar de todos sus cosas, ella siempre quería más y más.
    Un día, la madre de Caperucita le pidió que vaya a visitar a su abuela. Caperucita prefirió mandarle un mensaje por Twitter pero no andaba Internet, tampoco había señal para un sms y el Rolls Royce no andaba. Así que Caperucita haciendo cara de “no-da-ir-a-lo-de-mi-abuela” (que dicho sea de paso no la conocía y no le interesaba conocerla) tuvo que ir caminando y llevó su mp3 en el que iba escuchando, obviamente, reggaetón. Mientras caminaba se aburría así que decidió cortar unas flores, sólo para hacer una maldad. Pero en ese momento apareció el lobo, el cuidador del bosque y amablemente trató de explicarle lo importante que es el no arrancar las flores.
-Es que las necesito –mintió la niña.
-¿Para qué las necesitás? –preguntó el lobo.
-Yo… yo… las necesito para hacer una maldad –comento la chica. Le tiraré las flores en la cara a mi abuela y la distraeré, para robarle algo, no sé qué, pero le robaré algo.
   El lobo la miraba sin entender qué pasaba. Mientras la chica pensaba que, aunque lo que había dicho lo inventó en el momento, no era mala idea hacerlo.
-Eh… ¿podés correrte de mi camino, nene? No tengo todo el día, mi amor,   que si no te corrés ya, voy a tener que apartarte!
   El lobo, respetuoso, se hizo a un lado dejando pasar a Caperucita. El lobo corrió rápidamente a la casa de la anciana y le contó todo. La anciana estaba muy asustada, ya que justo ese día había cobrado la jubilación. El lobo y la anciana idearon entonces un plan.
   Cuando Caperucita llegó a la casa de su abuela, el lobo se había disfrazado de la anciana y la atendió amablemente pero ni bien la chica lo quiso atacar con sus movimientos de karate, el lobo encerró a la niña en un armario y le avisó a la abuelita que ya podía irse. Ésta se subió al descapotable y fue a la casa de la niña. Sigilosamente entró y sacó todos los objetos de la niña. Los más pesados fueron cargados por el padrastro de Caperucita, una especie de Tito actual. Así la mujer volvió a su casa con las cosas de su nieta. Cuando liberaron a Caperucita ella vio sus cosas y sintió lo feo que es que te roben. La niña se disculpó y prometió no volver a hacerlo. Desde ese día, Caperucita visita a su abuela todos los fines de semana y lo mejor, ya no roba más.
                                                     
                                                         F I N 
Por: Candela Romano             

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